domingo, 19 de octubre de 2014

LA PRIMERA RESEÑA


La primera reseña que nos sorprendió, nada más publicado el libro de Eduardo Flores "Una ciudad en la que nunca llueve" fue  la de Virginia Jiménez Delgado, una lectora  que nos regaló estas palabras que a continuación reproduzco.



«Guau», es la única palabra que se me ha ocurrido decir al terminar "Una ciudad en la que nunca llueve". A pesar de que durante la lectura del libro me surgieron miles de ideas, una vez terminado este, mi mente se quedó totalmente en blanco. Creo que pocas veces —o ninguna, tal vez— un libro me ha dejado tan perpleja ni me ha sorprendido de esta manera tan peculiar. Pero claro, ¿qué se puede esperar de un libro que es peculiar en sí? De hecho, podría asegurar que nunca he leído algo que siquiera se le parezca, y la verdad es que eso me ha gustado. Por fin ha caído en mis manos algo diferente, que es lo que venía buscando desde hacía algún tiempo. 


Al principio, el que no hubiera nombres en la obra me pareció extraño; después me di cuenta de que esa característica era parte del encanto del libro. Como ya he dicho, es un libro distinto a todos los que he leído hasta ahora. La verdad, hubiera esperado que después de la desastrosa vida que lleva el protagonista, las cosas hubieran empezado a mejorar para él y el final hubiera sido al menos agradable, y sin embargo, me alegró comprobar (con el corazón encogido en la última escena, debo decir) que no fue así. Y es que Una ciudad en la que nunca llueve nos demuestra dos cosas que he tenido muy presente en toda la lectura: primero, que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, y también tres y cuatro y cinco veces, y nunca aprende hasta estar al límite; y segundo, que una persona es capaz de buscarse su propia ruina, aun dándose cuenta de que está yendo por un mal camino, y que, por supuesto, todas sus acciones tendrán una consecuencia que le golpearán cuando menos se lo espere.


Tal vez sea un poco cruel decir que el protagonista tiene el final que se merece, pero como ya he dicho, cada uno se busca su propia fortuna, y la verdad es que no me sorprendió nada lo autodestructivo que resultaba el protagonista, que ya de por sí estaba metido en un agujero bien hondo y que no hacía más que hundirse en su propia mierda. 


Otra de las cosas que me ha gustado, a pesar de lo que muchos puritanos pudiesen pensar, es la forma directa y la falta de pudor de la escritura, llena de palabrotas y obscenidades de todo tipo, pero siempre envuelta por una narración asombrosamente elevada a otro nivel. Es el contraste entre esa destrucción de los tabúes de la sociedad y esa forma de narrar los que hacen una mezcla explosiva de Una ciudad en la que nunca llueve, con unos personajes muy reales (y un poquito cabrones), que van cada uno a lo suyo, buscando su propio interés. Realidad pura y dura. Y bueno, con un final que no podía ser otro, y que deja satisfecho a todo buen lector. 


Sin más que decir, mi enhorabuena a Eduardo por este magnífico libro, y darle las gracias por escribir algo que me ha hecho disfrutar mucho, y que seguro que hará disfrutar a muchos otros. 

Te deseo mucho éxito, y que sigas escribiendo igual de bien. 

Saludos.

Gracias Virginia.

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